Si el coño empringa tiene alguna virtud (y tiene muchas) es la de hacernos sentir la presencia de los cuerpos a nuestro alrededor, la carnalidad penosa o excelsa de la señora que se nos cruza, la del señor embigotado tan alegre.
Sólo queremos con estos carteles asomarnos a la brecha abierta entre lo distante y necesariamente pudoroso de las normales relaciones entre viandantes desconocidos, y las evidencias de sus cuerpos de carne, sangre y miles de gotitas de sudor, que pasan tan cerca.
Sexos, pies, órganos internos y escatología zombie están presentes en esta danza sin fin de los ciudadanos pululantes. Aunque a veces lo disimulemos muy bien, "una ciudad, además de cemento, es carne y hueso y sangre"...