¿qué le queda al urbanismo de verdad después de la corrupción sistemática de las políticas asociadas a la planificación urbanística y, especialmente, la connivencia/ cooperación/ sumisión de las técnicas disciplinares tradicionales?
... posición:
1º/// el principio del urbanismo es el paseante
El sujeto urbano hace urbanismo en todo momento desde que deja el portal de su casa, incluso cuando está sentado o comprando en un centro comercial. Sin embargo, el paseante hace otro urbanismo. No es lo mismo. El paseante es activo sin ser necesariamente productor, ni especialmente consumidor. No hay leyes por encima que lo encaucen, el paseante pasea: cumple recados, va de acá para allá y no acaba nunca. El paseante es anónimo, no se sabe quién es, no es nadie, somos todos. No hace nada en concreto porque hace de todo. Ese sujeto, mitad concepto-mitad carne, es nuestro principio.
2º/// el paseante es concepto y carne
El paseante concentra dos características contradictorias que garantizan su vitalidad inagotable.
Por un lado, el paseante como concepto es una destilación de los miles y miles de paseantes concretos que podemos cruzarnos por la calle. A partir de cierta masa crítica (cuando cierta aglomeración puede llamarse ciudad y cuando puede asegurarse cierto anonimato), se establece éste como figura desinteresada, banal, borrosa y "floja": secundaria por definición.
Como concepto, su existencia pasa por encima de los sujetos particulares que la encarnan. Además, su especial falta de definición (siempre borroso, desenfocado, suave) la hace aún más eterna, si cabe: es difícilmente susceptible de recibir ataques bien dirigidos.
Por eso podemos decir que cuando la última pared de la ciudad sea derribada, allí habrá un paseante mirando... de casualidad.
El polo carnal tira con fuerza de "lo divino". Al otro lado del paseante inefable, nos cruzamos a cada minuto con cuerpos sudados, manchas innombrables y olores francamente reconocibles. Mientras que, sin el polo conceptual, nuestra propuesta se reduciría a un amontonamiento de excepciones curiosas y ocurrencias, si prescindiéramos del aspecto carnal, sería extremadamente complicado justificar cualquier bajada concreta de la "nube" intelectual. Nuestro trabajo sería entonces formalista, gratuito y aburrido. En última instancia, no alcanzaríamos a fijar un modo de hacer ciudad vital y verdadero.
3º/// el paseante deja signos a su paso
Entre ambos polos (concepto/carne) se genera un inmenso vacío de comunicación. La única forma de llenarlo es fijarnos en las marcas que deja el paseante a su paso, y darles un significado. Por eso la primera parte de nuestro trabajo consiste en la CREACIÓN DE SIGNIFICADOS asociados a las marcas encontradas, así convertidas en signos.
Por lo tanto, la aparente invisibilidad del paseante es una apariencia. Su rastro es más evidente que el de un caracol, que el de los perros. Su paseo deja marcas, sus memorias van construyendo un rastro, una historia íntima y social, una anécdota tras otra, tras otra, mezclada con otra que se contará en otra casa, a la hora de la cena a su hija, y fíjate lo que me he visto hoy por la calle, y qué curioso.
4º/// la primera capacidad del paseante es el juego
El juego (o el humor) puede considerarse el factor de fondo más evidente en los signos encontrados.
Es francamente extraño imaginarse cualquier pintada desde un punto de vista utilitario. La pintadas suelen ser tan banales, que todos nos preguntamos "...y para decir esto, ¿realmente había que escribirlo en la pared?" Pocas pintadas destacan por su interés general.
Detrás de este fenómeno hay un evidente placer en la acción misma de pintar lo que sea.
De fondo, además, siempre está el juego del "no ser pillado", el juego con la multa, la ley, esquivar al policía...
Por último, y enlazando con el punto siguiente, en toda pintada hay un cierto regocijo en el hecho de que nadie sabe quién la ha hecho exactamente. Por la mañana habrá un "reparto" de la responsabilidad. Todos o muchos serán sospechosos de acción, omisión o permisividad, simplemente por no ser capaces de evitarlo. Es tan absurdo ese clima de pecado ambiental, que es difícil resistirse a agudizarlo un poquito más. Desde nuestro punto de vista, en efecto, todos somos igualmente responsables, pero desde una visión opuesta: alguien, por fortuna, ha escrito lo que nosotros no hemos sabido escribir.
En muchos otros casos, destaca directamente una intención humorística evidente.
5º/// el primer objeto de juego del paseante es la identidad
Que el mayor valor del paseante es su anonimato puede apreciarse en la abrumadora presencia de diferentes aspectos de la identidad que afloran en las calles.
No hay nada más violento para un paseante que pedirle la documentación. Su indignación es siempre obvia; nunca "ha hecho nada", porque nunca, por definición, hace nada. Al pedirle la documentación se le cambia de lugar, se define primero como sospechoso y luego como culpable o inocente, pero eso ya es irrelevante en comparación con la afrenta de tener que reconocer su identidad.
Asimismo, si hablamos de pintadas, no hay nada más anti-urbano que las destinadas o firmadas con nombres y apellidos....
Las concreciones del paseante como sujeto particular pueden ser extremadamente variadas. Quizá puedes toparte con alguien desesperado o violento, aburrido, jubilado, gente con prisa o de paseo, amos de casa... no lo podemos saber, ni nos importa. La psicología estudiará esos disfraces esporádicos y oficiales. A nosotros sólo nos interesa su forma de hacer ciudad. Por eso esto no es un blog de arte urbano, porque no nos interesan los "artistas" separados conceptualmente de todos los demás. Aquí estamos todos juntos y todos somo todos. Pagamos a escote el reparto de identidades.
Y como hemos dicho que lo primero es el juego, hemos de reconocer que el primer objeto de ese juego es la identidad. Por eso es absolutamente abrumador el uso de apodos y anónimos.
Este aspecto se torna un tanto paradójico al tratarse de posicionamientos políticos o, por ejemplo, reivindicaciones feministas. Es decir, alguien se posiciona políticamente, da su opinión o se queja de algo, pero no sabemos quién es... lo que paradójicamente da más valor al mensaje escrito. Esa apariencia de objetividad o verdad revelada, que casi uno se ve obligado a contestar, a opinar... a posicionarse frente o junto a ella. Siguiendo esta expansión del posicionamiento pueden llegar a aparecer mensajes en "plural" o colectivos, definiendo un territorio entero.
Sin embargo, la mayoría de estas intervenciones caen en los mismos errores que la ciudad "oficial" al renunciar al anonimato (simplemente se escudan en unas siglas por todos conocidas), el juego y la ambivalencia. Por lo tanto, su forma de hacer ciudad es igualmente dogmática e irreal.
6º/// el segundo objeto de juego del paseante es el amor
Si la identidad destaca como primer aspecto conflictivo del hombre en sociedad (plasmado en la batalla del paseante frente a la pared), en cuanto nos quedamos a solas surge inevitablemente otra motivación mucho más fuerte y generalizada: el amor, en sus múltiples variantes (erotismo, sexo, romanticismo, genitales...)
Aunque este punto no sea ningún hallazgo, sí queremos destacar la revolución que supone para una disciplina como el urbanismo, por fin, poder incorporar manifestaciones como estas. Poder hablar de amor, de pasión... finalmente, del DESEO de los paseantes. Ahora, desde aquí, nos parece una temeridad no haber hablado de esto antes. ¿Cómo puede pensarse una ciudad sin mencionar toda esta pasión ni siquiera de paso? Claro, diseñándola. Lástima que nunca funcionara...
7º/// escribir en una pared es hacer urbanismo
Cuando hemos sido capaces de revelar ciertos significados, cuando disponemos de cierta habilidad en el manejo de los lenguajes apropiados... cuando la creación de significados ha alcanzado una cierta complejidad y plenitud, debemos pasar a la siguiente fase. La ESCRITURA DE SIGNIFICANTES supone la aplicación libre de los hallazgos, finalizar la investigación con intervenciones fundadas, coherentes con lo aprendido. En fin, participar de esos movimiento que van creando la ciudad a nuestras espaldas, mientras seguimos pensando en "soluciones", en "modelos", en "leyes"...
A través del juego, luchando por la identidad y el amor, los signos que deja el paseante efectivamente HACEN CIUDAD en un sentido mucho más verdadero que cualquier planificación abstracta disciplinar. Participar de la escritura en paredes, fomentar la participación directa en la ciudad es sólo una forma más de hacer ciudad. No es exclusiva ni definitiva. Quizá sólo sea justificable mientras persista el alejamiento doctrinal e institucionalizado entre el ciudadano y la ciudad entendida políticamente. Quizá algún día, cuando la ciudad sea de todos y estemos todos dentro, todo esto sea innecesario y artificial. Pero mientras tanto, lo estúpido es seguir fingiendo que el problema somos nosotros. Porque mientras tanto, nosotros seguiremos haciendo realidad nuestra ciudad.
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