La geolocalización imprecisa que descubrimos en Aquí estuvo alguien con El Lastra 2 veces es la gran inspiradora de esta intervención. Para nosotros aquélla fue una gran lección, y las reflexiones que obtuvimos entonces nos sirven ahora.
Diferimos en algunos matices, no obstante.
Por ejemplo, tratamos de variar sobre los juegos temporales: el cartel que visto de día te recuerda a la noche, y visto de noche, te sitúa en el presente (1); el cartel de la obviedad del presente continuo, aunque oculto (2); el cartel del pasado inexistente, de la memoria ignorada u olvidada (3); y el cartel del pasado presente, del pasado que continúa, de lo que fue, ha sido, está siendo (en el momento de pegar el cartel) y probablemente seguirá siendo (4).
... Los tiempos de la ciudad, los momentos del paseante y de las piedras siguen lineas que son de todo menos rectas.
Por otra parte, aunque no usamos apodo, escribimos en primera persona. Por un lado nos distanciamos del protagonista que habla; por el otro, habla un tal "yo", que en realidad puede ser cualquiera.
Queremos mantener la distancia justa entre la frase que habla de un hecho concreto, y la amplitud de este hecho, que permite que una gran cantidad de gente pueda sentirse vinculada.
... En secreto, aparece de nuevo el "tú" apelativo, demandante: lo primero que hace falta para poder llamarnos ciudad.