La noche se hace día y quedan rastros.
Quedan vasos por los suelos, restos orgánicos irreconocibles.
Aquí tenemos un rastro de la noche, casualmente un rastro de carmín.
(Suponemos que es obra de una mujer, aunque en rigor no tiene porqué. No le daremos mayor importancia.)
Si miramos más de cerca, veremos el reverso irónico de Esto no es una pipa, o sea, irónico al cuadrado. Pero donde Magritte puede parecernos hoy algo sabiondillo (¡Ah, que es la imagen de una pipa, qué cosas tienes, René!), nuestra autora rezuma sencillez y generosidad.
Porque esto sí es pintalabios.
Vemos, en la frivolidad de este mensaje autorreferencial y vacío, una reivindicación del puro placer de escribir en las paredes, de decir algo, dejar un rastro. Cuando en la noche ya no sabes qué va a ser de ti en la próxima hora, quizá dejar un rastro de tu presencia fugaz junto a cierta pared sea un acto fundamental de supervivencia.
Y al hacerlo con pintalabios ¿no estamos abriendo el camino a una vivencia erótica de la ciudad? ¿No expresa nuestro deseo de pared, de ciudad, de relación?
Desde aquí animamos a nuestros lectores a pasar de ligar en la ciudad, a ligar con la ciudad.
Aquí tienen un ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario